domingo, 2 de noviembre de 2014

Ego.

Las opacas nubes placan mi voz vibrante y ascendiente.
Cubriéndola como un grueso manto y clavándola en la tierra húmeda, se pierden en el aire cargado.

La marchita tranquilidad de mi alma se convirtió en inseguridad, y me hizo pequeñita hasta desaparecer.

Como una sombra, vago entre las nerviosas figuras parlantes.
Tiemblan de emoción; parece que tienen cosas muy importantes que decir.

Ellos  gritan, lloran, ríen, insultan, aman y mueren. 
Se les ha olvidado el valor del silencio porque su ego ensordeció su humildad.

Enmudezco, contemplando el violento zumbido del viento.

Perpetuo sentimiento de transparencia, marcho a las profundidades del bosque de mi mente, a descansar: se acerca el invierno.

Aguardaré mi voz para quien la busque, como un tesoro de ópalo negro, y seguiré aprendiendo de los demás.




Al fin y al cabo, todos estamos hechos de carne y ego.



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