martes, 21 de mayo de 2013

Hoy.


Todos los días una rutina.

Un ciclo absorbente que aniquila la emoción y anula totalmente el sentido de seguir caminando.

Todos los días en la cúspide del cansancio.

 El segundo exacto en el que o tomas la decisión de desecharlo todo o te encaras hasta contigo mismo, con tal de no volver a fallarte.

Todos los días la trampa enmascarada de inocencia.

Acostarse en insatisfacción, y dar un beso de buenas noches a Morfeo, sabiendo que mañana volverás a rendirte.

Todos los días arrastrar decepción.

Como las cadenas de un preso preso de la presencia de sus presuntuosos demonios.

Todos los días hundirse.

 Como un ancla atraviesa el océano hasta tocar fondo.


Todos los días,
menos hoy.


Hoy silencio a quienes me exigen resultados, y doy voz a quienes me exigen ser feliz.

Hoy los fantasmas se evaporan, y mis pupilas enfocan una nueva percepción de la vida.

Hoy creo en mi creciente criterio.

Hoy rujo, retando a las retorcidas razones que me raptaron para recluirme en mi remordimiento.

Hoy peleo sin pausa y piso sin prisa a mi presa.

Hoy fallaré, pero ganaré por no rendirme.

Hoy pienso en mí, pero ante todo en ti.




¿Y mañana? Mañana más y mejor.