Todos
los días una rutina.
Un
ciclo absorbente que aniquila la emoción y anula totalmente el sentido de
seguir caminando.
Todos
los días en la cúspide del cansancio.
El segundo exacto en el que o tomas la
decisión de desecharlo todo o te encaras hasta contigo mismo, con tal de no
volver a fallarte.
Todos
los días la trampa enmascarada de inocencia.
Acostarse
en insatisfacción, y dar un beso de buenas noches a Morfeo, sabiendo que mañana
volverás a rendirte.
Todos
los días arrastrar decepción.
Como
las cadenas de un preso preso de la presencia de sus presuntuosos demonios.
Todos
los días hundirse.
Como un ancla atraviesa el océano hasta tocar
fondo.
Todos
los días,
menos
hoy.
Hoy
silencio a quienes me exigen resultados, y doy voz a quienes me exigen ser
feliz.
Hoy
los fantasmas se evaporan, y mis pupilas enfocan una nueva percepción de la
vida.
Hoy
creo en mi creciente criterio.
Hoy
rujo, retando a las retorcidas razones que me raptaron para recluirme en mi remordimiento.
Hoy
peleo sin pausa y piso sin prisa a mi presa.
Hoy
fallaré, pero ganaré por no rendirme.
Hoy
pienso en mí, pero ante todo en ti.
¿Y
mañana? Mañana más y mejor.