miércoles, 7 de agosto de 2019

A ciegas.


Mi mente siempre recurre a un recuerdo antiguo en el tiempo.

El respaldo del sofá a medio metro de una pared con ventanas enormes,
por las que asoma un cielo cian y aviones de plumas negras.
Una cúpula de enormes cojines cubriendo su muralla impenetrable.
Una niña en el interior, 
con un castillo inmensurable en su corazón y la fortaleza única de un infante. 

La ligereza de su pequeño cuerpo 
le permite volar en el espacio y el tiempo.
Viaja a los futuros que le aguardan; 
lucha contra demonios con bravura, 
acepta feliz los retos de valentía, 
descubre los secretos de un planeta infinito.

Pero poco a poco el castillo se desvanecía.
Los años pasaban y las murallas se quebraban.

Hay extraños fuera 
que lanzan piedras y cometen actos atroces que ella no comprende.

La pequeña se alargaba hasta el cielo.
Sus ojos superaron la muralla 
y contemplaron con horror 
de que está hecho el ser humano. 

Se perdió entre la niebla y los susurros.

Hoy corre de vuelta a las ruinas del castillo 
e intenta rehacer esa fortaleza impenetrable.
Alza gruesas murallas de piedra, 
cubre la fortaleza con los cristales rotos, 
pinta en su fachada recuerdos de la infancia.


Pero en ese reino sólo ha habitado el miedo.
Un miedo tan arraigado a su corazón que forma parte de ella.

Al final siempre surgen los ojos tristes y la obsesión con esa niña,
que ya no está.




¡Corre y ve a vivir tu mentira! 
Espero que todos tus esfuerzos hayan merecido la pena.

Porque ha desaparecido todo lo que creías eterno,
y ha llegado lo que más temías.