domingo, 2 de noviembre de 2014

Ego.

Las opacas nubes placan mi voz vibrante y ascendiente.
Cubriéndola como un grueso manto y clavándola en la tierra húmeda, se pierden en el aire cargado.

La marchita tranquilidad de mi alma se convirtió en inseguridad, y me hizo pequeñita hasta desaparecer.

Como una sombra, vago entre las nerviosas figuras parlantes.
Tiemblan de emoción; parece que tienen cosas muy importantes que decir.

Ellos  gritan, lloran, ríen, insultan, aman y mueren. 
Se les ha olvidado el valor del silencio porque su ego ensordeció su humildad.

Enmudezco, contemplando el violento zumbido del viento.

Perpetuo sentimiento de transparencia, marcho a las profundidades del bosque de mi mente, a descansar: se acerca el invierno.

Aguardaré mi voz para quien la busque, como un tesoro de ópalo negro, y seguiré aprendiendo de los demás.




Al fin y al cabo, todos estamos hechos de carne y ego.



domingo, 14 de septiembre de 2014

Tiempo.


Perdidos, trazando círculos infinitos con nuestros pasos, vagando entre oxígeno contaminado, volteando las pupilas al cielo, tornando los ojos en blanco.

El vacío ahuecándose entre mis costillas y tu cama. La mirada clavada en un pensamiento que flota en la esquina izquierda de la habitación.

Ni saltan chispas, ni se ahogan las miradas. Tan solo el lento tic-tac del reloj se arrastra, y ni los segundos vuelan, ni los pájaros cantan.


El botón de repetición pulsado en todo momento,
la vida no sabe mostrar su descontento,
se halla en una tumba de tierra y cemento,
no le salvó ni el innato talento
ni el alivio que brinda el viento.




Solo nos pertenece el tiempo.





sábado, 7 de junio de 2014

Ícaro.

Nace el amanecer, acolchado por rosadas nubes y un cielo en llamas.
El viento suspira calma, y abre tus ojos castaños a la par que despierta al ruiseñor de tu ventana.

Hubo un día en el que el enloquecido rasgar de tu guitarra se apagó,  y tu voz ya no cantaba a la vida.
Ahora te escondes en la penumbra, atemorizada de encontrarte contigo misma.

Los puños apretando frustración,
de los ojos brotando impotencia,
los sollozos relatando agonía.

Solo quieres un poco de paz en tu marchito corazón, cansado de tantas batallas.
Sería fácil abandonar, dejar que las bestias devoren tu mente y acostumbrarte al dolor de sus garras.

Pero la derrota ni traerá paz, ni acabará con tu penuria.

¡Así que lucha, eres valiente aunque no lo sepas!
No permitas que nadie, ni siquiera tú misma, dude de tu increíble fuerza capaz de soportar el peso de un pasado roto.

Desafía los limites de tu voluntad, y encuentra la satisfacción en cada día que vivas; avanzas cada vez que intentas superarte, y ni siquiera te das cuenta.

Nunca pienses, ni siquiera en la oscuridad de la noche, que estás sola;
siempre tendrás con quien llorar hasta reír.

Recuerda estar orgullosa de tu sonrisa sincera, hermosa guerrera en un mundo cruel.

No olvides lo mucho que te admiro, yo y toda persona afortunada de conocer al ángel que duerme en ti.

Y ante todo no tengas miedo de caer, al igual que lo hace Ícaro en cada ocaso; renacerás cada mañana.



Encontraste fuerza en mis palabras,
y yo hallé valor en tu mirada.



sábado, 10 de mayo de 2014

Te quiero.


El sol bosteza y sus rayos de miel se mueren,
Catalina sale a jugar y las luciérnagas se arriman a ella.

Noches de verano en las que el corazón piensa demasiado y la cabeza late con fuerza;
no puedo dormir.

Así que prefiero pensar en ti: más bien en nosotros.

Pensar en soledad sobre tu compañía.
Imaginar lo que imaginas que hacemos cuando estamos juntos, desde la distancia.
Cavilar sobre lo que significas para mi, y lo que significa eso.
Soñar sobre viajar de la cocina a la cama, y de la cama a tus abrazos.
Decir la verdad, y no mentir más sobre que estoy mejor sola.
Decidir que no quiero tener miedo nunca más, porque el miedo es la peor de las cadenas.
Nacer y morir cada día contigo, como lo hace el cielo con los astros.
Perdonarme el pecado de pecar sin ti.
Crear una vida juntos, aunque no seamos eternos: 
lo nuestro será eterno aunque no estemos nunca más juntos.

Los grillos gritan que están cansados de gritar.
 Que ellos siempre han preferido susurrar, como la londra, y así perderse en la noche y entre la jara.

La inspiración se esconde de mi porque le han contado que solo escribo cosas tristes.
Así que esta noche prefiero escribir sobre ti; prefiero escribirte a ti.









Te quiero.


lunes, 24 de febrero de 2014

Crónicas de un pasado pesado.


El viento azota los árboles con su látigo de aire, y a mí me parece escuchar a las hojas de las ramas gritar.

Los cristales de las ventanas silban en un silencio roto.

Las gotas se arrastran perezosas por el cristal empañado, y el frío entra de puntillas por la ventana.

Los pájaros cortan el viento con sus alas y salpican de plumas negras el cielo plateado.

Lo que juré en su día y fue enterrado bajo tierra y sangre, se sacó a la luz,
 alzándose hasta las nubes para que pudiesen conocer al monstruo destructor.

 Algunos agacharon la cabeza, avergonzados, y se marcharon del escenario.

Otros atravesaron mi carne con sus ojos congelados, y arrancaron de entre sus dientes palabras de decepción.

Otros apartaron la mirada, incómodos.

Humillada, me perdí en las circunstancias y olvidé el motivo de mi silencio: No fue por el dolor o la preocupación en ellos.


Callé por la decepción en su mirada.








jueves, 6 de febrero de 2014

Elegía a mi mente.

Ni termino de acomodarme en las huesudas manos de la asfixia, 

ni consigo adaptarme a la vida entre barrotes, 

ni me acostumbro a la presencia perpetua de mis demonios.

Desde que la luz del alba ha muerto, no encuentro razón que me levante más que la del trino del pájaro azul o el trote ligero del ciervo taciturno.

La oscuridad del día me pesa, y se adhiere a mis párpados como si de un sueño se tratase.

Traedme al astro ardiente, ¡rápido! 
Que la melancolía del invierno me devora cada enero hasta dejarme sin aliento. 

¿Quién taló el frondoso bosque de mi descanso? Juro que si busco, solo encuentro los huesos de los árboles.

Creí haber acabado con el dolor, pero tan solo fue un efímero espejismo de calma, para dar paso al rechinar de los caballos negros y las inertes pesadillas.

Y es que fueron demasiadas las noches en las me desgasté.

Finalmente acepto mi condición defectuosa y echo la llave a mi jaula. Porque ni mis dueños me dan tregua, ni mis fantasmas desaparecen.

Tiro la toalla, y con ella cubro mi castigo.








No hay paz para los locos.