lunes, 29 de julio de 2013

Observando.



Gotas de luz artificial nublando mi vista desenfocada,

El negro firmamento abre sus alas y libera a las luciérnagas que guardaba en las farolas.

No tengo nada que decir,

Estoy demasiado ocupada observando.

Observando cómo crezco hacia abajo, me hago pequeñita porque cada día soy más mayor, y me faltan mis sueños e ilusiones.

Observando parada por el miedo ajeno, por el “demasiado joven” o por un amor posesivo que encadena mis actos.

Observando cómo los recuerdos se quedan durmiendo en el pasado; desfallecen porque su tiempo ya ha sido.

Observando el despegue de quienes miran sin miedo un horizonte brillante y soleado.

Observando a quienes se quedaron bloqueados en la salida, perdidos en un océano de dudas y falsa comodidad, aferrándose a un conformismo asesino.

Observando el descenso de quienes volaban en su día, y hoy caen en picado para reventarse contra la realidad.

Observando a quienes vuelven a la batalla: su guerra aún no ha terminado.

Observando a quienes desconectan sus latidos: ha llegado la hora de dormir.

No tengo nada que decir,

 Porque siento demasiado.

Prefiero callar y observar,

Atender y aprender,

Guardar y conservar cada imagen que recojo con mis ojos,

Cada secreto que acaricia mis oídos,

Cada cosquilleo que captan las palmas de mis manos.




Prefiero callar, porque el que calla, otorga.


martes, 21 de mayo de 2013

Hoy.


Todos los días una rutina.

Un ciclo absorbente que aniquila la emoción y anula totalmente el sentido de seguir caminando.

Todos los días en la cúspide del cansancio.

 El segundo exacto en el que o tomas la decisión de desecharlo todo o te encaras hasta contigo mismo, con tal de no volver a fallarte.

Todos los días la trampa enmascarada de inocencia.

Acostarse en insatisfacción, y dar un beso de buenas noches a Morfeo, sabiendo que mañana volverás a rendirte.

Todos los días arrastrar decepción.

Como las cadenas de un preso preso de la presencia de sus presuntuosos demonios.

Todos los días hundirse.

 Como un ancla atraviesa el océano hasta tocar fondo.


Todos los días,
menos hoy.


Hoy silencio a quienes me exigen resultados, y doy voz a quienes me exigen ser feliz.

Hoy los fantasmas se evaporan, y mis pupilas enfocan una nueva percepción de la vida.

Hoy creo en mi creciente criterio.

Hoy rujo, retando a las retorcidas razones que me raptaron para recluirme en mi remordimiento.

Hoy peleo sin pausa y piso sin prisa a mi presa.

Hoy fallaré, pero ganaré por no rendirme.

Hoy pienso en mí, pero ante todo en ti.




¿Y mañana? Mañana más y mejor.




martes, 30 de abril de 2013

Guerra del desgaste.




Nunca fui tan consciente como hasta ahora sobre la eternidad de las decisiones y el efecto defectuoso de las palabras.


No reconozco a la figura abstracta del espejo, y le observo tras cortinas saladas que cubren mis ojos.


Habito una cascara desconocida y hueca; aún no he aprendido a convivir con el extraño que dice ser mi cabeza.


La debilidad me consume, los huesos yacen sobre la piedra y la respiración forzada y temerosa deja paso a la asfixia voraz.


Busco con vehemencia y desasosiego la antigua fortaleza valerosa que me acompañó en antaño, la cual parece haberse desgastado entre niebla y solitarios bosques.


La busco en las manos frágiles de mi madre.
La busco en los ojos oscuros de mi padre.
La busco.

Mi mente se bifurca en dos ríos rocosos y abruptos.


No es una simple disputa entre ángeles y demonios,
una batalla entre el bien y el mal.


En mí se labra una auténtica guerra del desgaste, dónde solo habitamos la oscuridad y yo. Una guerra en la cual gana el primero que mate al otro.




Mi problema es no saber si quiero ganar  yo, o que ganen mis demonios.




sábado, 2 de febrero de 2013

Rapsodia negra.-


Un canto fúnebre a la autodestrucción, que engulle y se alimenta de las felices mentiras que me acolcharon en su día, escondiendo una verdad podrida desde tiempos inmemoriables.

El espejo, duramente realista, mira con desprecio y decepción la obra deshecha y deforme de un cuerpo magullado, escultura de excesos y de arrepentimiento.

 Clava como puñales sus pupilas en mí, y analiza dolorosamente lento esta prueba de la vida, que me devora entera con su voraz canibalismo propio.

Mi boca es la alcantarilla, que vomita cloacas desde mi estómago, saco que guarda residuos y agua turbia.

Expúlsalos.

 Que no quede nada excepto huesos.




(Parte II)


El arrepentimiento clava sus sucias uñas en mi garganta y desgarra con su arenoso sabor, las palabras que no alcanzan a salir de entre mis dientes. 

Prefieren quedarse escondidas en mi cabeza, sigilosas, susurrando odio y muerte con sus ásperas voces siseantes, que revotan en la pared sucia.

Piensas en manjares, en sabrosos platos o en perfumados postres. Piensas en engullir, en tragar mierda y grasa, y mi asco hacia ti aumenta. Tu cuerpo baila entre aceitosas lorzas y carne sangrienta.

 Mi mente no lo soporta, mi cuerpo se contrae en llantos y espasmos espeluznantes.

Mis dedos se deslizan por mis labios, se cuelan entre mis dientes, y se adentran en la macabra boca del lobo, hasta acariciar con presión el detonante de la bomba. No es ni una, ni dos, son varios los intentos hasta conseguir reventar el estallido.

Sangre.




[Nota del autor: Esto no es, ni mucho menos, el relato de una experiencia propia o la confesión sobre ningún trastorno psíquico/alimenticio. Tan solo he querido probar con un estilo lírico más oscuro y crudo, tratar de relatar problemas como la bulimia o la depresión desde una visión más íntima e interna, inspirándome en artistas como Bukowski o Las pinturas negras de Goya. Tan solo aclararlo para posibles preguntas o preocupaciones del lector.]