Perdidos, trazando círculos infinitos con nuestros pasos, vagando entre oxígeno contaminado, volteando las pupilas al cielo, tornando los ojos en blanco.
El vacío ahuecándose entre mis costillas y tu cama. La mirada clavada en un pensamiento que flota en la esquina izquierda de la habitación.
Ni saltan chispas, ni se ahogan las miradas. Tan solo el lento tic-tac del reloj se arrastra, y ni los segundos vuelan, ni los pájaros cantan.
El botón de repetición pulsado en todo momento,
la vida no sabe mostrar su descontento,
se halla en una tumba de tierra y cemento,
no le salvó ni el innato talento
ni el alivio que brinda el viento.
Solo nos pertenece el tiempo.