Un canto fúnebre a la autodestrucción,
que engulle y se alimenta de las felices mentiras que me acolcharon en su día,
escondiendo una verdad podrida desde tiempos inmemoriables.
El espejo, duramente realista, mira con
desprecio y decepción la obra deshecha y deforme de un cuerpo magullado, escultura
de excesos y de arrepentimiento.
Clava como puñales sus pupilas en mí, y
analiza dolorosamente lento esta prueba de la vida, que me devora entera con su
voraz canibalismo propio.
Mi boca es la alcantarilla, que vomita
cloacas desde mi estómago, saco que guarda residuos y agua turbia.
Expúlsalos.
Que no quede nada excepto huesos.
(Parte II)
El arrepentimiento clava sus sucias
uñas en mi garganta y desgarra con su arenoso sabor, las palabras que no
alcanzan a salir de entre mis dientes.
Prefieren quedarse escondidas en mi
cabeza, sigilosas, susurrando odio y muerte con sus ásperas voces siseantes,
que revotan en la pared sucia.
Piensas en manjares, en sabrosos platos
o en perfumados postres. Piensas en engullir, en tragar mierda y grasa, y mi
asco hacia ti aumenta. Tu cuerpo baila entre aceitosas lorzas y carne
sangrienta.
Mi mente no lo soporta, mi cuerpo se contrae en llantos y espasmos
espeluznantes.
Mis dedos se deslizan por mis labios,
se cuelan entre mis dientes, y se adentran en la macabra boca del lobo, hasta
acariciar con presión el detonante de la bomba. No es ni una, ni dos, son
varios los intentos hasta conseguir reventar el estallido.
Sangre.
[Nota del autor: Esto no es, ni mucho menos, el relato de
una experiencia propia o la confesión sobre ningún trastorno psíquico/alimenticio.
Tan solo he querido probar con un estilo lírico más oscuro y crudo, tratar de
relatar problemas como la bulimia o la depresión desde una visión más íntima e interna, inspirándome en artistas como
Bukowski o Las pinturas negras de Goya. Tan solo aclararlo para posibles
preguntas o preocupaciones del lector.]