De un
minuto de inseguridad, saqué un día de optimismo que guardaba en el fondo de
mi mente llena de bosques melancólicos.
Un click en
mi estrepitoso cerebro. Un click disimulado, pero tan fuerte que hizo eco.
Me dí
cuenta de que la inspiración no se busca. La inspiración para cambiar a
mejor aparece cuando más la necesitas.
Pero cuando más lo necesitas es cuando menos
te lo esperas.
Hoy quiero
abrir un poco mi alma. No sé si es muy pronto, o demasiado tarde.
Pero como
he dicho, la inspiración para cambiar viene cuando menos la esperamos.
Reconozco
que tengo miedo a las palabras de compromiso y a los sentimientos tan fuertes
como huracanes.
Admito que
el tic tac del reloj nunca me resulta suficiente, ni cae en el olvido. Necesito
más tiempo para hacerlo todo dos veces mínimo.
Os confieso
que a veces la autoexigencia no me permite disfrutar de las cosas, y crea espejismos
que distraen a los pájaros de mi cabeza.
Son todos
conscientes, a excepción de mis manos, de que me falta tacto y cariño. Que las
caricias, el roce de nuestra piel confortable y las miradas que esconden me dan
miedo, para mi desgracia.
Pero
también os digo que soy valiente, no como la que más, pero si como la que no le
gusta asustarse por nada.
Que el
miedo a fallar de nuevo no me detenga. Que ser cabezota nunca es bueno, si no
es para perseguir un sueño. Un buen sueño.
Que la
vergüenza o el temor al cambio no nos estanque en un círculo vicioso, donde
tropezamos siempre con la misma piedra que arrojamos al fondo de nuestro
corazón, como si de un ancla se tratase.
Que el no
saber cómo no nos dé un por qué no lo hacemos. Vivir es aprender, y aprendemos
para vivir.
Dame un
"no puedes" y yo te daré un "sí puedo". Porque claro que
puedo,
claro que puedes.
Claro que podemos.
"No
soy lo suficientemente joven como para saberlo todo".-Oscar Wilde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario